Artículo publicado el domingo, 29 de junio de 2008 en www.farodevigo.es
Jorge Luis Borges
sostenía que todas las historias escritas emanan de tres fuentes comunes: la
del hombre que se sacrifica por salvar a sus semejantes, la de los amigos que
se dan cita para vengar una afrenta y la del hombre que lucha contra los
elementos para volver al hogar.
De esta manera, el
genial escritor reducía toda la producción literaria universal a tres obras: el
Nuevo Testamento, La Iliada y La Odisea. Esta fue la particular manera que tuvo
Borges de curarse (y curarnos) en salud sobre el genio y la creatividad.
Mi experiencia
profesional da fe de que el proceso creativo sigue, la mayor parte de las
veces, caminos realmente inescrutables. Si a esta realidad, le sumo la
circunstancia de que no soy Borges, ni siquiera un aledaño, mis reflexiones
necesariamente se convierten en un ejercicio más doméstico.
Tan doméstico como el
fútbol que estos días invade amistosamente nuestras casas. Ese deporte que
trasciende los límites físicos impuestos por un terreno de juego y se eleva al
cielo de las emociones y de las pasiones. Ese deporte que a nivel de selección
nacional, después de décadas de sequía, se apresta a concedernos una alegría
objetiva en el día de hoy.
Y cuando hablo de
alegría trasciendo al resultado que se consiga contra el pragmatismo germánico.
Se gane o se pierda, la selección española de fútbol ha demostrado que podemos.
El escritor ateniense
Meandro afirmaba que quien tiene la voluntad tiene la fuerza. Por eso, al
margen de lo que suceda hoy en el marcador, hemos demostrado que podemos. Y
como, insisto, yo no soy Borges, me complace enormemente contemplar como la
selección nacional de fútbol disputa la final de Viena utilizando la misma
proclama que hace algo más de un año acuñamos en Vigo para la campaña electoral
del actual alcalde de nuestra ciudad, Abel Caballero.
Recuerdo, en el ámbito
del proceloso mar creativo, donde cada opinión es un mundo y cada propuesta una
declaración de guerra, que en aquel entonces nuestro Podemos suscitó algún que
otro resquemor. Aguantamos el tirón y se acuñó el lema.
Podemos.
Podemos ganar a Alemania, o no. Pero hemos dado sobradas
muestras de nuestra voluntad, de nuestra fuerza. Y de eso se trata. Un lema
sólo refleja una voluntad. El que empleamos hace un año hacía referencia a la
posibilidad de construir un nuevo Vigo, un Vigo mejor basado en la ilusión y en
la capacidad para superarnos.